La clandestinidad, una forma más barata aunque arriesgada de peregrinar a La Meca
Mohamed, un egipcio de 70 años, lleva semanas escondido en un apartamento de La Meca, esperando rehuir la vigilancia de las autoridades sauditas y participar sin autorización en la peregrinación islámica anual por un precio más módico que el del canal oficial.
Al igual que este exfuncionario ya jubilado, decenas de miles de musulmanes intentan participar en el hach, la visita religiosa anual a la ciudad santa, sin autorización, según las autoridades y agencias de viajes.
Los peregrinos clandestinos pueden ser arrestados y expulsados, pero están dispuestos a correr el riesgo para cumplir con esta peregrinación, uno de los cinco pilares del Islam.
"Hace más de diez años que intento obtener en Egipto el visado para el hach, pero no he tenido suerte", dijo Mohamed a AFP, refiriéndose a los permisos especiales emitidos por el reino saudita según un sistema de cuotas por países, atribuidos luego en Egipto por sorteo.
Si Mohamed hubiese obtenido ese anhelado permiso, el viaje costaría al menos 175.000 libras egipcias (alrededor de 3.700 dólares), un precio que no se puede permitir.
En lugar de eso, decidió pedir una visa turística para entrar en Arabia Saudita y pagó 3.500 riales (algo más de 900 dólares) a un agente de viajes para alojarse cerca del Monte Arafat, donde según la tradición islámica el profeta Mahoma pronunció su último sermón.
Alimentándose unicamente de latas de conservas traídas desde Egipto, Mohamed vive recluido en el apartamento con otras siete personas y se prepara para los rituales religiosos que comenzarán el 14 de junio.
- Control de multitudes -
El hach debe ser realizado al menos una vez en la vida por todos los musulmanes que puedan permitírselo. Dura alrededor de cuatro días y consiste en una serie de rituales en La Meca y sus alrededores, en el oeste de Arabia Saudita.
Junto a la umrah -la peregrinación que se puede realizar en cualquier momento del año- el hach es una fuente considerable de ingresos para el país, que pueden alcanzar miles de millones de dólares cada año.
En 2023, más de 1,8 millones de musulmanes participaron en el hach, según fuentes oficiales.
A estos se les añaden "alrededor de 100.000 peregrinos clandestinos", explica un miembro de la seguridad bajo condición de anonimato, ya que el gobierno se niega a difundir las cifras.
Las grandes multitudes han provocado situaciones peligrosas en varias ocasiones, en particular en 2015, cuando una estampida durante un ritual llevado a cabo en Medina, la segunda ciudad sagrada del Islam, provocó casi 2.300 muertos.
Según un responsable del Ministerio del Hach y de la Umrah, el temor a un nuevo drama empujó a las autoridades a tomar medidas estrictas contra los peregrinos clandestinos.
"La Meca tiene un espacio limitado. La presencia ilegal de un gran número de personas complica la gestión de multitudes, obstaculiza el acceso de los autobuses y puede provocar estampidas", aclaró el funcionario.
Los peregrinos no autorizados, y aquellos que los transportan, se arriesgan a multas de al menos 10.000 riales (casi 2.700 dólares).
Por lo menos 20 personas han sido arrestadas en las últimas semanas por "fraudes" relacionados con el hach, la mayoría de ellos de origen egipcio, según medios de noticias estatales.
- "Pecadores" -
En carreteras y centros comerciales, los carteles advierten: "Sin permiso no hay hach".
En abril el Consejo de los Grandes Ulemas, la más alta autoridad religiosa, calificó a los peregrinos clandestinos de "pecadores".
Pero el fenómeno del peregrinaje ilegal persiste y se exacerbó con la creación de la visa turística en 2019, que facilita el acceso al reino saudita.
"Tengo 100 autobuses que entrarán en Arafat (durante el hach). ¿Pueden registrarlos todos? Es imposible", declaró un agente de viajes.
Este año, el peregrinaje se desarrollará en condiciones difíciles. Las temperaturas superarán los 45 grados.
Los peregrinos clandestinos están más expuestos a los golpes de calor, dado que no tienen acceso a las zonas climatizadas oficiales. Algunos dormirán en mezquitas o al borde de las carreteras.
"Fue muy duro. Sin servicios, sin camas, sin aire acondicionado ni baños", recuerda Ayman, un egipcio de 37 años que realizó el hach ilegalmente el año pasado.
"Tuve que centrarme en evitar a la seguridad, en vez de en las plegarias".
T.Álvarez--ESF