El drama de las mujeres violadas por combatientes en República Centroafricana
Entre lágrimas, la mirada de Maïa, 15 años, se dirige a su abultado vientre. Hace cuatro meses, cuando recolectaba yuca en el noroeste de la República Centroafricana, un hombre armado la violó.
En esta región apartada de uno los países más pobres del mundo y en guerra civil, la violencia sexual contra las mujeres, las adolescentes e incluso las niñas sigue aumentando.
Los delitos son cometidos por rebeldes y milicianos y por elementos de las fuerzas de seguridad según la ONU.
En Paoua, 500 km al noroeste de Bangui, un centro de escucha recibe a las víctimas. Al final de una pista bordeada por árboles de mango se encuentra une choza amueblada solo con una mesa. Ni afiche ni tableros por razones de confidencialidad y de seguridad.
Cada día, dos asistentes psicosociales que trabajan para el Consejo Danés para Refugiados (DRC) escuchan a más de diez víctimas, entre ellas Maïa.
Devastada, la adolescente no logra encontrar palabras para denominar lo que siente. Pero tímida y en voz baja, aceptó compartir su traumatismo: "Estaba sola en el campo cuando un hombre con turbante y armado me atrapó". Maïa tuvo dificultad para pronunciar la palabra "violación".
"Le dije que era virgen y le supliqué que no me hiciera mal", dijo.
- El hijo de su verdugo-
Todo eso en vano porque ahora lleva en su vientre el hijo de su verdugo.
Como Maïa, Marie buscaba yuca para alimentar a los suyos cuando aparecieron dos hombres. Su marido huyó, ella no tuvo tiempo para hacerlo. "Me amarraron las manos, despedazaron mis prendas y me violaron cada uno a su vez", dice la joven de 23 años, que lleva una prenda con los colores de la "Jornada internacional de la mujer".
Las mismas historias se repiten a medida que transcurren las entrevistas. La mayoría son violadas en los campos por rebeldes de las 3R (Retorno, Reclamo, Rehabilitación), una potente milicia.
"Aquí mayoritariamente son las mujeres las que se ocupan de alimentar a su familia y cultivar", dice la asistente psicosocial Lola.
Como ocurrió con Maïa y Marie, su nombre fue cambiado por su seguridad. "Solas y sin defensa en los campos, son una oportunidad para muchos rebeldes", añadió.
Luego de que bajara mucho desde hace tres años la intensidad de la guerra civil iniciada en 2013 entre un Estado casi fallido y gran cantidad de grupos armados, han vuelto a aumentar las hostilidades desde que los rebeldes lanzaron una ofensiva para derrocar al presidente Faustin Archange Touadéra.
Estos grupos controlaban entonces las dos terceras partes del país. Pero, tras una fulgurante contraofensiva del ejército y de centenares de paramilitares rusos, fueron sacados de las aglomeraciones y el gobierno volvió a recuperar la mayor parte del territorio.
En los campos los milicianos cambiaron de táctica y aumentaron las acciones furtivas de guerrilla y hostigamiento de los civiles.
La Oficina de la coordinación de asuntos humanitarios de la ONU (OCHA) registró 6.336 casos de violencia de género entre enero y julio de 2021 en todo el país, de los cuales un cuarto de actos de violencia sexual, un aumento del 58% con relación al mismo periodo en 2020.
En la región de Paoua, rebeldes y milicianos son más activos. En informes recientes, la ONU o expertos que patrocina acusaron a las fuerzas centroafricanas y paramilitares rusas de cometer también violaciones.
- Datos alarmantes -
En el hospital de Paoua, avisos prohíben llevar armas. El doctor Fabrice Clavaire Assana administra un espacio dedicado a las víctimas de violencia de género. Habla de "datos alarmantes". Una decena de mujeres esperan frente a una puerta color rosado con pintura aún fresca.
"Tras una fase de escucha y de generación de confianza, hay que proceder al examen ginecológico y suministrar el tratamiento de urgencia", explica el médico.
La pastilla del día después, la vacuna contra la hepatitis B, el tratamiento contra las infecciones sexualmente transmisibles o el VIH solo empiezan a funcionar 72 horas después de ser administrados, se lamenta el doctor Assana.
Tras su agresión, Marie caminó 50 km en "orando" para no quedar embarazada, no pasar sobre una mina antipersonal o encontrar combatientes.
"Asustada y avergonzada, fui con mis prendas destrozadas a donde mis suegros, pero ellos no podían pagar mi transporte hasta Paoua", cuenta.
"Día y noche vuelvo a vivir la escena; no puedo volver al campo", añade con el rostro entre sus manos. "Mi marido huyó, no puedo cultivar y estoy sola con mis hijos, a quienes debo alimentar".
Estos crímenes quedan casi siempre sin castigo por falta de tribunales que funcionen. Por lo tanto Maïa y Marie no presentaron ninguna demanda.
K.Baro--ESF