¿Leal o colaborador? Cuentas pendientes en un pueblo liberado de Ucrania
Cada una en un extremo de la fila para recibir un plato de comida caliente, dos vecinas tratan de evitarse en medio de las ruinas de lo que antes era la ciudad balneario de Sviatoguirsk, en el este de Ucrania.
"Cuatro días antes de la liberación de la ciudad, el 7 de septiembre, ella dijo a los soldados rusos que yo tenía un coche que sirvió a las tropas ucranianas", dice con lágrimas en los ojos Liudmila Orlova, de 61 años.
"Vinieron por la noche con su fusil, estaban borrachos y me interrogaron durante 30 minutos. Revolvieron todo en la casa", continúa Liudmila.
"Pero el vehículo lo había dejado inservible y no pudieron ni tocarlo", añade esta mujer, orgullosa de haber enseñado durante 20 años el ucraniano en este bastión rusófono y prorruso.
Su vecina, Yevdokiya Yarovaya, de 76 años, asegura que no tuvo contacto con las fuerzas de ocupación y que solo las vio una vez para recibir provisiones ofrecidas por los rusos en estas localidades carentes de todo.
"La comida es lo más importante de todo", insiste sin responder a la pregunta de si los rusos ofrecían esta ayuda a cambio de información.
"Hay mucha cólera y resentimiento. No tenemos todavía superado esto que hemos vivido y me gustaría por encima de todo que esto no se repita", asegura la anciana, con las manos ocupadas en dos bandejas de "pilau", un tradicional guiso de arroz que reparten los voluntarios.
- "Liberadores" -
El alcalde de Sviatoguirsk, Volodimir Bandura, elegido en 2020 por el partido prorruso "Por la vida", había celebrado la llegada de los "liberadores" de Moscú en una rueda de prensa junto a la bandera rusa.
Las autoridades ucranianas emitieron entonces una orden de detención por "traición" contra él, desaparecido desde que las tropas de Kiev recuperaron la localidad.
En su lugar fue nombrado temporalmente por el ejército una figura proucraniana del municipio que coordinó la defensa civil.
Volodimir Ribalki, ahora al frente de esta localidad en ruinas, trata de organizar prioritariamente la supervivencia de los habitantes antes del invierno y rechaza lanzar una "persecución de los colaboradores".
"Determinar quién colaboró y quién no, ese es el trabajo del SBU (los servicios secretos internos) y de la policía. Si ha habido actos de traición, serán tratados según la legislación vigente", dice a la AFP.
Según la ley de abril de 2022, modificada al comienzo de la guerra, un "colaborador" se expone a un mínimo de 15 años de cárcel hasta un máximo de cadena perpetua en caso de "muerte o consecuencia grave".
En este texto se consideran como colaboracionistas los actos que van desde "la asistencia a las fuerzas armadas ocupantes" a "la actividad económica", pero también expresar "en público", incluido en redes o medios, una "negación de la agresión armada sufrida por Ucrania".
- "Ni terroristas, ni separatistas" -
En Sviatoguirsk, el monasterio ortodoxo de Dormition concentra todas las tensiones. Su metropolitano se alineó abiertamente con las posiciones separatistas durante el conflicto de 2014 y los ucranianos lo acusaron de esconder combatientes y armas en el recinto religioso.
Esta vez, "el monasterio ha intentado mantener una posición que presentó como neutra, pero todos sabemos que respaldan a Rusia", asegura Oleksiy Oleksiy Kashporovskyi, de 46 años, un oficial de prensa de las fuerzas armadas ucranianas.
En la entrada de este enorme monasterio de cúpulas verdes, ubicado en el flanco de una colina, la estatua de la Virgen conserva solo una mano. La segunda se desprendió por el estallido de un obús.
En el momento álgido de la batalla, 400 habitantes de Sviatoguirsk encontraron refugio junto a 200 monjes y ermitaños. Cuando se publicaron órdenes de evacuación ante el acecho de las fuerzas rusas, ellos decidieron quedarse atrincherados allí.
"Eso provocó muchas preguntas sobre su lealtad", estima el soldado Kashporovskyi.
En el jardín del monasterio, el padre Théophane, de 51 años y minero del Donbás antes del llamado de Dios, muestra las tumbas frescas de tres monjes muertos en mayo por el disparo de un obús contra su celda.
Según él, esta percepción "hostil" procede del complejo sistema de lealtad de la Iglesia ortodoxa de Ucrania con la de Moscú, que respalda abiertamente la invasión ordenada por el Kremlin.
Esta "unión canónica" quedó rota oficialmente por Kiev en mayo.
"Sí, mencionamos el patriarca Kirill de Moscú en nuestras misas, pero aquí nunca ha habido ni terroristas, ni separatistas, ni armas", asegura el padre, que dice rezar a diario por "el pueblo ucraniano".
I.Santos--ESF