Novak Djokovic, una máquina de ganar, pero con corazones por conquistar
22 títulos de Grand Slam, 93 títulos en la ATP, 373 semanas y sumando como número uno del ranking... Nadie puede discutir el extraordinario palmarés de Novak Djokovic que, sin embargo, nunca ha gozado de un cariño a la altura.
Deportado hace un año de Australia por no estar vacunado contra el covid, el serbio igualó los 22 grandes de Rafael Nadal con un regreso triunfal a su torneo favorito, empañado en parte por una nueva controversia, vinculada a su padre.
Y eso que el serbio de 35 años lo tiene todo para ser un ídolo de masas: afable, respetuoso, disponible, gracioso, patriota, buen padre de familia, inteligente, culto, políglota...
Se buscan razones objetivas para explicar el desamor del público, que a menudo le escamotea sus aplausos. Incluso una minoría lo abucheó durante sus semifinales en este torneo, después de que su padre posara con unos aficionados con simbología prorrusa.
¿Es quizás porque es demasiado mecánico? ¿Demasiado previsible? ¿Demasiado defensivo? ¿Sobreactúa mucho quizás? ¿O puede que sea percibido como arrogante? Puede ser, simplemente, que sea demasiado fuerte para el resto.
Tampoco ayudan la debilidad del público por el ya retirado Roger Federer ni la empatía por Rafael Nadal, sus dos principales rivales.
A un periodista que le preguntó cómo se tomaba ser considerado el "malo" ("bad guy") en la persecución de Federer y Nadal, Djokovic respondió: "Yo no me considero el malo. Esa es su opinión".
- Secretos y polémicas -
Djokovic sigue en plena forma pese a su edad. ¿Su secreto? Un régimen sin gluten desde hace diez años, algo paradójico para el hijo de un pizzero, una cámara de oxígeno para la recuperación, un gurú para los aspectos mentales o visitas a una misteriosa "pirámide" en Bosnia (que en realidad es una colina natural).
Sin embargo, su mala reputación ha ido en aumento durante la pandemia, cuando se ha mostrado escéptico frente a la enfermedad y las vacunas, ganándose el apodo de "NoVax".
Organizó a mediados de 2020 un torneo en los Balcanes que se convirtió en un foco de infecciones de covid-19 y fue deportado de Australia por tratar de entrar al país sin estar vacunado.
Y en su retorno este año fue de nuevo objeto de controversia. Primero por la lesión que arrastró durante la primera semana y de la que se recuperó de repente, suscitando insinuaciones de que había fingido, y luego por las imágenes de su padre que, según "Nole", fueron mal interpretadas.
"Es interesante que se dude solo de mi lesión. Cuando es otro el que está lesionado, es una víctima", dijo Djokovic en lo que podía ser una alusión a Nadal, alabado por su victoria en 2022 después de casi medio año sin jugar por una lesión en el pie.
- Las huellas de la guerra -
Pero, junto a las polémicas, Djokovic ha mostrado grandes gestos e invierte tiempo y esfuerzo en su campaña de seducción: bromea con los espectadores, firma muchos autógrafos, no se cansa de posar para fotos con niños...
Además habla inglés, alemán, italiano y cada vez un mejor francés y español. En su primer título en Roland Garros dibujó un gran corazón con su raqueta sobre la tierra batida y en 2020 regaló su raqueta de la victoria a un niño.
En la pista, es difícil discutir su grandeza, a pesar de un bajón de forma tras una cirugía de codo hace cuatro años que lo apartó incluso del top 20 del ránking ATP.
Pero ahora, el serbio ha conseguido 22 Grand Slams y un total de 93 títulos. Batió el récord de semanas en el número uno mundial de Pete Sampras, que seguirá aumentando a partir del lunes, y ostenta un balance de victorias a su favor tanto contra Nadal como contra Federer.
Con apenas 7 años de edad ya afirmó a la televisión serbia que quería ser el número uno del mundo.
Detectado por la mentora Jelena Gencic, que también le inculcó conocimientos de música clásica o literatura, Djokovic se formó en el Partizán de Belgrado y después su familia hizo un enorme esfuerzo para enviarlo a Alemania.
Nacido en Belgrado en 1987, el joven Djokovic quedó muy marcado por la experiencia de la guerra de Kosovo, cuando él tenía apenas 12 años.
"Toda mi familia ha pasado varias guerras. Nunca apoyaremos ningún tipo de violencia o guerra", dijo tras la polémica por su padre.
Para escapar a los bombardeos de la OTAN pasó dos meses y medio por la noche en refugios antiaéreos... y por el día en una pista de tenis, ya que la escuela normal estaba cerrada.
Muy patriota, aunque prefiere tener su residencia en Mónaco, Djokovic acostumbra a defender la imagen de Serbia y se preocupa por tender lazos con los países de la antigua Yugoslavia.
S.Delgado--ESF