Boris Becker, el ídolo del tenis alemán que se cayó de su pedestal
Campeón con un estilo tan resplandeciente como su cabello pelirrojo, Boris Becker fue el más joven campeón del Wimbledon con 17 años, y después uno de los mejores jugadores de su generación, antes de que sus deudas económicas y diversos apaños le llevasen ante los tribunales luego de colgar la raqueta.
Su condena a dos años y medio este viernes por un tribunal londinense por bancarrota fraudulenta no es la primera. En 2002 ya fue condenado a dos años de cárcel provisional y 500.000 euros de multas luego de un largo conflicto con el fisco alemán, que le reprochaba haberse declarado residente monegasco cuando su residencia efectiva estaba en Múnich.
En 2017, un tribunal de Londres lo declaró en bancarrota después de varios negocios que no salieron bien en diversos sectores (moda, venta de coches...), lo que le obligó a subastar algunos de sus trofeos para pagar una deuda estimada en 59 millones de euros (hacia 62 millones de dólares).
Sobre la pista, el alemán con seis títulos de Grand Slam (3 Wimbledon, 2 Abiertos de Australia y 1 US Open entre 1985 y 1996) daba la impresión de tener una gran confianza en sí mismo. Pero en realidad era un hombre frágil al que siempre le costó cargar con el peso de la fama.
"¡Adiós libertad! La presión se hizo sobrehumana". Es así como el niño de Leimen, en el Baden-Wurtemberg, resumía su estado anímico una vez evaporada la euforia de su victoria de 1985 sobre la hierba londinense, en su autografía (El jugador).
Primer alemán en ganar un Grand Slam, se convirtió pronto en una superestrella en su país. Sus aventuras sentimentales, las relaciones tumultuosas con sus entrenadores: toda su vida pasó a verse escrutada y comentada.
- Adicto a los somníferos -
Acosado por chantajistas, inundado con cartas, algunas amenazantes, perseguido por los paparazzi, tuvo que ser protegido por guardaespaldas hasta para salir a hacer la compra o para presenciar en directo los partidos de su club de fútbol favorito, el Bayern de Múnich.
Idolatrado un día y vilipendiado una semana más tarde en función de sus resultados. "La ausencia de piedad, la intransigencia y la intolerancia a las que tuve que hacer frente me afectaron. Comencé a construir un muro de ladrillos a mi alrededor, es así como sobreviví", explicaba.
Para luchar contra el estrés recurrió a los somníferos (a menudo regados con cerveza o whisky), de los que se convirtió en dependiente.
A los 23 años llegó incluso a tomar la decisión de anunciar su retirada después de la final de Wimbledon 1991, en caso de victoria solamente, "porque ya tenía bastante de una existencia en la que todo lo que hacía era golpear la pelota". Pero perdió contra su compatriota Michael Stich.
Su palmarés es rico, pero inferior al que auguraba su talento. Además de sus seis 'Grandes', ganó otros 43 torneos, entre ellos tres Masters, fue N.1 del mundo, campeón olímpico de dobles junto a Stich en 1992 y dio a Alemania sus dos primeras Copas Davis. Para Ion Tiriac, su primer mentor, "debió haber ganado tres veces más".
- Entrenador de Djokovic -
El alemán podía presentarse como un bulldozer que destruía al rival con un par de raquetazos: "Boom Boom", como era apodado. Su servicio era su mejor arma junto a su juego en la red.
Wimbledon era su jardín, donde disputó siete finales, tres de ellas seguidas ante uno de sus rivales acérrimos, Stefan Edberg (una victoria y dos derrotas). También fue legendaria su rivalidad con Ivan Lendl, al que batió en tres finales en Wimbledon, Abierto de Australia y US Open.
En 2000 se divorció de su primera esposa, Barbara, quien le reprochaba haber tenido, mientras ella estaba embarazada, una relación extramatrimonial en Londres, de la que nació una niña. La ruptura le costó 25 millones de dólares, su propiedad de Miami y la custodia de sus dos primeros hijos.
Después de su carrera sólo conoció fracasos. Como entrenador, ayudó a Novak Djokovic a ganar seis 'Grandes' (de 2014 a 2016) y como consultor para la BBC fue apreciado por su sentido del humor en Wimbledon.
L.Cabrera--ESF