Víctimas de Al Fayed cuentan una realidad cotidiana de agresión sexual, amenazas y miedo
Cientos de mujeres acusaron a Mohamed Al Fayed de agresión sexual y violaciones tras la emisión de un documental de la BBC en septiembre. Entre ellas, Jen y Cheska contaron a AFP la violencia que sufrieron, así como la ley del silencio que imponía el exdueño de Harrods.
"Parecía un trabajo de ensueño", relata Jen, quien tenía 16 años cuando empezó trabajar en Harrods, las grandes tiendas londinenses que por entonces representaban la cima del glamur y pertenecían al magnate egipcio Al Fayed.
Jen trabajó en Harrods de 1986 a 1991.
Cheska Hill-Wood entró a Harrods a los 19 años, en 1994. Al Fayed, quien falleció el año pasado, a los 94, estaba presente en su primera entrevista de trabajo.
La joven, que estudiaba bellas artes, piensa que los colaboradores de Al Fayed la habían contactado tras ver su foto en una revista. "Supongo que mi cara correspondía a sus exigencias", comenta.
En ese momento, esperaba tener una experiencia laboral "extraordinaria". "Era joven e ingenua", comenta ahora.
Tras ser contratadas, tanto Jen (que pidió que no se revelara su apellido) como Cheska tuvieron que someterse a un examen ginecológico practicado por un médico de Harrods.
El médico "quería saber si estaba 'limpia'", dice Jen, que actualmente tiene 54 años. "Cuando le pregunté qué significaba eso, me dijo que necesitaba saber si era virgen", agregó.
- "aterrada" -
Mohamed Al Fayed pronto le exigió que no tuviera novio: "No se nos permitía tener relaciones sexuales con nadie", recuerda Jen.
Sin querer "entrar en detalles", cuenta que durante sus cinco años en Harrods sufrió "varias agresiones sexuales" y una tentativa de violación en la oficina de Mohamed Al Fayed y otra en la casa londinense del magnate en Park Lane.
En ese momento no se lo contó a nadie. "Estaba demasiado avergonzada y aterrada", dice Jen, que al igual que tantas otras mujeres que acusan a Al Fayed relata que sus palabras y sus gestos en la oficina estaban bajo escucha telefónica y vigilados por cámaras.
Cuando inició a escondidas una relación sentimental, Mohamed Al Fayed la convocó y le mostró una lista de lugares a los que ella había ido con su pareja.
"Eso me hizo darme cuenta de que no era paranoica: realmente me estaban siguiendo", afirma.
"Pensaba que era la única que pasaba por esto", prosigue Jen, quien ahora se dice "horrorizada" por el número de mujeres que acusan a Al Fayed.
Solo el 19 de septiembre, cuando la BBC difundió el documental "Al Fayed: un depredador en Harrods", les contó a su marido y a sus padres el calvario que había vivido hacía más de tres décadas.
Tras la proyección del film, Harrods, que pasó a manos cataríes en 2010, "condenó enérgicamente" la conducta de su expropietario y se disculpó por haber "abandonado" a las víctimas.
Desde el 19 de septiembre, Harrods mantiene conversaciones con "más de 250" de ellas para llegar a un acuerdo extrajudicial.
- Un "monstruo" impune -
Cheska Hill-Wood le contó a su madre lo ocurrido inmediatamente después de haber sido agredida. La joven quería ser actriz y Mohamed Al Fayed se ofreció a presentarla a su hijo Dodi, productor de cine.
Una noche, al salir de la oficina, Al Fayed la llevó a su habitación con el pretexto de hacerle una prueba para una película sobre Peter Pan.
Tuvo que ponerse un bañador y declamar delante de una cámara el supuesto fragmento de un guión, que se limitaba a una sola frase: "Poséeme, poséeme, por favor".
El sexagenario la asió y la besó a la fuerza. Cheska consiguió huir y ya no volvió a pisar la oficina ni a Harrods.
Tanto Jen como Cheska contaron rápidamente lo sucedido a los medios.
Jen lo contó a Vanity Fair, en los años 90. Exigió el anonimato, pero un encargado de seguridad de Harrods se puso en contacto con ella para amenazarla a ella y a su familia.
Al Fayed demandó a la revista por difamación, pero el caso se resolvió mediante un acuerdo después de la muerte de su hijo Dodi junto a la princesa Diana en 1997, "por respeto a un padre de luto".
Cheska también testimonió en la década de 1990 en un documental que nunca llegó a proyectarse.
En 2017, volvió a hacerlo, esta vez abiertamente, para la televisión británica Channel Four. "Pero después no pasó nada. (...) La policía no investigó" a Mohamed Al Fayed y ella recuerda que se sintió desesperada.
Ambos cuentan la "rabia" que sintieron cuando Al Fayed murió el año pasado. "Este monstruo absoluto murió sin ser juzgado", dice Cheska, que ahora tiene 50 años.
Cheska espera ahora que la justicia actúe contra "todas las personas que hicieron el trabajo sucio para él, como concertar citas médicas y reclutar mujeres".
M.Echeverria--ESF