La actividad de China frente a Taiwán alarma a una remota isla japonesa
"Todo el mundo está nervioso", resopla Shigenori Takenishi, el jefe de los pescadores de Yonaguni. A un centenar de kilómetros de Taiwán, esta isla japonesa sigue con alarma la creciente actividad militar de China en la zona.
La vida parece apacible en esta remota isla situada a 2.000 kilómetros de Tokio, con caballos salvajes que pastan tranquilos y tiburones martillo surcando sus aguas para deleite de turistas buceadores.
Pero en agosto, en medio de la reacción de Pekín a la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense, Nancy Pelosi, sus habitantes descubrieron con estupor que un misil chino cayó a apenas unas decenas de kilómetros.
"Todavía tenemos en mente el miedo que sentimos, la conmoción", explica Takenishi a AFP en el muelle pesquero, en cuyo otro extremo hay amarrado un buque guardacostas japonés.
La cuestión de la seguridad gana importancia desde hace una quincena de años en esta isla de 1.700 habitantes, cada vez más consciente de su condición de isla-frontera ante la creciente presión militar china en la región.
Este sentimiento se acentuó ante la reciente crisis en Taiwán, cuyas montañas se vislumbran en el horizonte en los días claros.
La isla, antes protegida por solo dos puestos de policía, cuenta desde 2016 con una base de las Fuerzas Japonesas de Autodefensa (FJA).
Su instalación fue controvertida por el rechazo histórico a cualquier tipo de presencia militar en las islas de Okinawa, de las que Yonaguni forma parte.
Un cuarto de la población de Okinawa durante la batalla del mismo nombre en 1945. Luego, las islas estuvieron ocupadas durante décadas por Estados Unidos, que todavía mantiene allí la mayoría de sus fuerzas en Japón.
- "Un mensaje a China" -
Consciente de la vulnerabilidad de estos territorios, el gobierno japonés impulsó hace años la construcción de bases militares en las Nansei, una cadena de 198 ínsulas desde Kyushu, la más meridional de las grandes islas niponas, hasta Yonaguni.
Desde los puntos elevados de esta isla se pueden ver los edificios blancos de la base militar detrás de una alta valla alambrada junto a un acantilado y los radares en la cima de una colina.
"Cuando vemos la actividad militar china ahora, nos decimos que tuvimos nuestra base justo a tiempo", dice el alcalde de Yonaguni, Kenichi Itokazu.
"Pienso que así hemos enviado un mensaje a China", asegura. "Tenemos la voluntad de protegernos, así que no penséis en lanzar una acción malintencionada".
La base, que acoge 170 efectivos, también buscaba revitalizar la economía de esta despoblada isla de 30 km2, conocida por la pesca y el buceo.
En la primera mitad del siglo XX, Yonaguni prosperaba por sus vínculos comerciales y culturales con Taiwán, entonces colonia japonesa, pero la ocupación estadounidense terminó con estos intercambios.
Cuando Okinawa fue devuelta a Japón en 1972, Yonaguni reanudó estos vínculos e incluso soñó a principios de los 2000 en convertirse en una "zona especial de intercambios interregionales".
Pero Tokio descartó esta idea y priorizó la opción de la base militar, especialmente después de una grave crisis diplomática en 2010 tras la colisión entre un guardacostas nipón y un pesquero chino en unas islas disputadas por los dos países.
- "¿Las FJA nos protegerán?" -
"Sentí mucha emoción con la llegada de la base", explica Shigeru Yonahara, de 60 años. Para este partidario desde el principio de la presencia de las FJA, "lo peor está por llegar" si China invade Taiwán.
Según él, "ya casi nadie está en contra" de la base en la isla.
Uno de ellos es Chiyoki Tasato, el único edil del consejo municipal contrario a la base. Para él, esta provoca "todo tipo de problemas, por ejemplo, para las elecciones" sobre las que pueden influir los militares y sus familias, que representan un 15% del censo.
"Hoy en día, los habitantes no pueden decir abiertamente que son contrarios porque la situación económica no es buena", dice el edil de 64 años.
Así que "ya no hablamos de la cuestión en público. Preferimos pensar en qué comeremos mañana".
La presencia militar contribuye al desarrollo económico de Yonaguni. El año pasado se construyó un incinerador de residuos financiado casi enteramente por el ministerio de Defensa.
Los impuestos pagados por las familias de las FJA representan un 20% de los ingresos fiscales y el alquiler pagado por la base permitió que la cantina de la escuela fuera gratuita.
Pero algunos habitantes temen que esta base convierta Yonaguni en un objetivo en caso de conflicto.
"Si China se hace con Taiwán, la base llamará la atención", dice Masakatsu Uehara, pescador de 62 años.
"¿Y si hay una crisis, las FJA nos protegerán? ¿Realmente podrán ayudarnos en caso de invasión de Taiwán? Es una verdadera preocupación".
A.Barbero--ESF