Un mes después, la vida normal sigue lejos para los afectados por las inundaciones en España
Un mes después del desastre, el este de España sigue conmocionado por las inundaciones que dejaron al menos 230 fallecidos y daños millonarios en decenas de municipios, que trabajan por recuperar una normalidad que en muchos casos parece todavía lejana.
En la tarde del viernes, organizaciones locales y sindicatos convocaron actos para recordar que se cumple un mes de las lluvias torrenciales que derivaron en las destructivas riadas del 29 de octubre.
Una de las acciones será a las 20H11, la hora en que las autoridades valencianas -la región más afectada, con 222 muertos- enviaron la alerta a los celulares de la población para advertir del peligro, más de doce horas después de que la Agencia Estatal de Meteorología emitiera su aviso.
Para entonces, la furiosa riada de agua y lodo ya bajaba arrasando diferentes municipios del oeste y el sur de Valencia, destruyendo puentes, anegando casas bajas y garajes y arrastrando autos a su paso.
En las zonas más dañadas, como el municipio de Paiporta, buena parte del fango pegajoso que tapaba sus calles ha sido retirado, dejando lugar a una nube de polvo marrón bajo la que siguen muy visibles las huellas del desastre.
"Queda muchísimo trabajo por hacer, hay centenares de garajes y de sótanos anegados, edificios dañados, empresas cerradas, vías cortadas, pueblos enteros que aún no han recuperado la normalidad", reconoció el miércoles el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, en el Congreso de los Diputados.
El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, cifró en 69.000 viviendas, 125.000 vehículos y 12.500 comercios las consecuencias materiales del desastre, en base a los datos del consorcio de compensación de seguros.
Los daños causados podrían restarle hasta 0,2 puntos al crecimiento nacional en el cuarto trimestre, según estimó el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá.
En total, el gobierno prometió 16.600 millones de euros (unos 17.500 millones de dólares) de ayudas y préstamos, mientras que miles de soldados, bomberos y policías fueron desplegados para la limpieza y reconstrucción.
Estas medidas, consideradas tardías y poco coordinadas para muchos afectados, no consiguieron acallar las críticas hacia los políticos desde la tragedia.
"Nos han dejado morir", se leía en una pancarta que colgaba esta semana de un balcón frente al barranco que se desbordó en Paiporta.
- Críticas -
La indignación de los vecinos, tanto con el retraso en lanzar la alerta como en la gestión posterior de las autoridades, explotó durante la convulsa visita de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, a Paiporta el 3 de noviembre, junto a Pedro Sánchez y el jefe del ejecutivo regional, el conservador Carlos Mazón.
Recibidos entre insultos y lanzamientos de fango, los presidentes del gobierno estatal y regional tuvieron que abandonar la comitiva entre una gran tensión, mientras los Reyes trataban de escuchar el malestar de los vecinos y acababan cancelando una visita posterior a otra localidad.
Este sábado hay convocada otra movilización en Valencia, la capital regional, donde hace unas semanas ya se congregaron unas 130.000 personas para reclamar la dimisión de Mazón y reprochar la gestión de la emergencia por parte del gobierno de Sánchez.
Ante las críticas de los afectados, que denuncian sentirse abandonados, ambos se recriminan mutuamente no haber cumplido con sus responsabilidades.
- "Poco a poco" -
Pero toda la atención de los miles de afectados está ahora en tratar de recuperar cuanto antes su vida.
"Esas primeras tensiones están creo (...) más calmadas porque también vemos que se va avanzado, poco a poco", opina Ignacio Trénor, un arquitecto en búsqueda de empleo de 26 años, mientras ayuda a limpiar el garaje de su edificio en Paiporta.
"Al principio se oía hablar de la devastación y de gente que había fallecido, y ahora se oye más hablar del consorcio con los coches, de los seguros de las casas", explica de su lado Mari Carmen Alabau tras el mostrador de su panadería, uno de los primeros locales que reabrió la semana pasada en esta localidad de 27.000 residentes, donde la mayoría de escuelas siguen paralizadas.
Pese a los avances, a muchos de los habitantes de esta zona les queda un largo camino por delante.
Falta aún "muchísimo", reconoce Trénor, "porque hay un montón de comercios que han dicho que no quieren volver a abrir (...) y hay muchas cosas que están destrozadas", explica con la escoba en la mano este joven que no pierde, sin embargo, la esperanza de ver el municipio "más o menos limpio" dentro de un mes.
G.Alamilla--ESF