El Siglo Futuro - Viejos recuerdos, miedo y estoicismo en la frontera de Finlandia con Rusia

Madrid -
Viejos recuerdos, miedo y estoicismo en la frontera de Finlandia con Rusia
Viejos recuerdos, miedo y estoicismo en la frontera de Finlandia con Rusia

Viejos recuerdos, miedo y estoicismo en la frontera de Finlandia con Rusia

En su casa de madera cubierta de nieve, a tan solo 20 minutos de la frontera rusa, Maija Pöyhä cubre su cabeza con el mismo pañuelo azul tradicional que su madre usaba cuando huyó de la invasión de Finlandia por la Unión Soviética en 1939.

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"La casa en la que mi padre pasó su infancia sigue estando en Finlandia", pero la de su madre está del lado ruso, explica esta septuagenaria a la AFP.

En su pequeña ciudad de Lappeenranta, al igual que ocurre en otros lugares de esta región finlandesa vecina con Rusia, la guerra en ucrania ha despertado recuerdos dolorosos de la "guerra de Invierno", cuando las tropas soviéticas invadieron Finlandia por sorpresa, atravesando una frontera que hoy se extiende por 1.340 kilómetros.

Como ocurre en Ucrania hoy, el pequeño ejército finlandés sorprendió al mundo por su resistencia encarnizada y las severas pérdidas que provocaron en el Ejército rojo.

Finlandia, independiente del vecino ruso desde 1917, perdió no obstante la mitad de su provincia de Carelia, lo que provocó que medio millón de personas tuvieran que dejar sus casas.

Después vino otra guerra contra la URSS, entre 1941 y 1944, esta vez con Finlandia aliada de facto con la Alemania nazi.

Durante toda la Guerra Fría, Moscú observó de cerca a este país nórdico y prohibió que se uniera a la OTAN.

- Visitantes rusos -

Hoy, el marido de Maija, Seppo Laaksovirta, cree que Finlandia debería unirse a la Alianza militar. Es el sentimiento que tiene la mayoría de los finlandeses tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

"Nos haría más bien que mal", dice este hombre de 76 años. "Hoy, tenemos armas de Estados Unidos y de los países occidentales. En los años 60 eran rusas", recuerda.

Pese a los traumas que persisten en Carelia, ni él ni su esposa se muestran preocupados.

La alcaldesa de la vecina ciudad de Imatra, Anna Helminen, el problema radica más bien en la posibilidad de que las relaciones tejidas con Rusia se esfumen.

En esta ciudad de 26.000 habitantes, unas 1.000 personas tienen nacionalidad rusa y la ciudad debe parte de su prosperidad al "poder adquisitivo de los rusos", explica la responsable.

Los comercios, los hoteles y los spas de Imatra ya han sufrido la ausencia de los rusos durante la pandemia. "Y ahora, está claro que la situación va a continuar", lamenta la dirigente.

Los proyectos transfronterizos o los contactos diarios entre rusos y finlandeses de esta región también se evaporaron tras la invasión de Ucrania y las sanciones contra Rusia.

Pero el gobierno finlandés subraya que no hay "una amenaza inminente" de conflicto con Rusia.

- "Como una rata" -

"Queremos creerles y ver el futuro con optimismo", subraya Helminen, "pero por supuesto, esta situación va a dejar huella, incluso en los contactos entre las personas" a ambos lados de la frontera.

Hay finlandeses rusófonos que observan con temor el aumento de un sentimiento antirruso en Finlandia en las últimas semanas, sobre todo en las redes sociales.

Anastasia Petrishina, una rusa que vive y trabaja en Imatra desde hace 10 años, dice que no siente esa hostilidad. Sus amigos finlandeses "entienden que el Estado ruso no es igual a la gente de Rusia", dice.

"Pero no estoy segura de cómo será el futuro, sobre todo frente a personas que no me conocen personalmente", admite esta responsable farmacéutica.

Asi, la mujer ha decidido anular su viaje a San Petersburgo, en Rusia, para visitar a su hija mayor. "No quiero quedarme bloqueada allá como una rata y no poder volver" a Finlandia, dice.

Las severas leyes rusas, que amenazan con penas de cárcel a quien critique la "operación especial" en Ucrania, también la han llevado a reducir al mínimo sus conversaciones sobre la guerra con sus familiares en Rusia.

Las cosas mejorarán, asegura esta mujer. "La pregunta es cuánto tiempo nos llevará", dice.

A.Amaya--ESF